Uno de los sentidos más importantes del ser humano es el olfato. Gracias a la percepción de olores podemos disfrutar de los aromas de la naturaleza y la comida, así como de las fragancias que usamos día a día. No obstante, existe una condición médica que impide percibir los olores, denominada hiposmia.
Aquí te explicamos de qué se trata, cómo reconocerla y qué hacer al respecto.
¿Qué es la hiposmia?
Clínicamente hablando, la hiposmia es un trastorno olfativo que consiste en la disminución de la capacidad para detectar o percibir los olores.
Dentro del espectro de trastornos en materia de percepción olfativa, la afectación puede ir desde la disminución en la identificación de los aromas, hasta la ausencia de la capacidad perceptiva, pasando por el reconocimiento erróneo de lo percibido.
La condición aquí tratada consiste solo en la reducción de la capacidad perceptiva. Cuando esta capacidad es nula, se la conoce como anosmia, la cual puede ser congénita (no se perciben los aromas desde el nacimiento).
Por otro lado, la parosmia consiste en la afectación de la percepción olfativa, ya sea que se distinga un aroma que no es el correspondiente o bien que resulte desagradable un olor anteriormente agradable. Cuando se perciben olores inexistentes estamos ante la llamada fantosmia.
El olfato, al ser un sentido considerado quimiosensorial (que involucra un proceso químico para presentarse), requiere que las moléculas desprendidas de los objetos (alimentos, sustancias, etc.) lleguen a las células sensoriales olfativas localizadas en la zona superior interna de la nariz. Una vez se cumple este mecanismo, dichas células envían un estímulo al cerebro, el cual lo identifica de forma inequívoca y única.
Es preciso añadir que cada célula receptora olfativa es única y en el medio ambiente existen más estímulos que células receptoras en nuestra nariz. Por lo tanto, cuando las moléculas aromáticas llagan a nosotros, la información que se envía de la nariz al cerebro se conjuga para dar una imagen única que el cerebro asociará con un olor específico. Esto permite reconocer fragancias y aromas complejos en entornos específicos.
Por otro lado, los olores también pueden ser percibidos por medio de la nasofaringe, que es un conducto que conecta la garganta con la nariz; de ahí que muchos padecimientos del olfato se asocien a padecimientos del gusto. Y, también por ello, cuando comemos disfrutamos a un tiempo del sabor y el olor de los alimentos.
El mecanismo de presentación del tema aquí tratado es sencillo: cualquier proceso que evite que las moléculas aromáticas accedan efectivamente al epitelio olfativo es causa de hiposmia.
¿Cuáles son los síntomas de la hiposmia?
Clínicamente, la hiposmia puede considerarse como un síntoma en sí mismo, resultante de alguna condición médica de fondo, la cual generalmente es benigna.
En consecuencia, el signo clínico distintivo y revelador es la disminución en la capacidad olfativa. Esto significa que los olores se siguen detectando, pero a niveles mucho menores de los usuales, o solamente cuando se trata de aromas muy penetrantes.
Cualquier padecimiento que incluya algún signo de obstrucción de las vías nasales, se acompaña de hiposmia. Por ende, dependiendo de la causa de origen mayor, se puede presentar obstrucción nasal evidente (nariz tapada), rinorrea (flujo nasal abundante), flujo retronasal (el que corre hacia la garganta), plenitud facial, dolor en la frente y debajo de los ojos (donde están los senos paranasales), malestar general, comezón nasal, estornudos frecuentes y malestar de garganta.
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¿Cómo tratar esta enfermedad olfativa?
Es preciso identificar la causa real para iniciar un tratamiento pertinente. Una clasificación clínica actual hace énfasis en nueve causas, con sus padecimientos específicos, los cuales deben ser atendidos por el otorrinolaringólogo, médico especialista en estas cuestiones:
- Trastornos nasosinusales (nariz y senos paranasales). Rinosinusitis, hipertrofia de cornetes, deflexiones septales (desvío de nariz), neoplasias (benignas o malignas), rinitis alérgica y pólipos nasales. Cada padecimiento conlleva un tratamiento particular.
- Disfunciones olfatorias posteriores a una infección de las vías respiratorias. Se desarrollan durante o hasta seis meses después de la infección, cuyo origen puede ser viral o bacteriano. Generalmente, sanan una vez controlada la infección.
- Envejecimiento. Adultos mayores de 80 años tienen mayor riesgo de presentar esta condición.
- Postraumática. A consecuencia de traumatismos craneoencefálicos, especialmente en las zonas occipital y lateral. La recuperación requiere vigilancia y atención constante.
- Secundaria a la ingesta de medicamentos o exposición a sustancias químicas. En el primer caso, destacan los antibióticos, los antiinflamatorios y los antihipertensivos. Del segundo caso destacan los ácidos y otros productos de la industria química.
- Tabaquismo y alcoholismo crónico.
- Enfermedades neurodegenerativas. Destaca la demencia, la enfermedad de Parkinson y el Alzheimer.
- Enfermedades crónicas. Padecimientos renales, deficiencias vitamínicas (sobre todo B12), hipotiroidismo y diabetes mellitus.
- Trastornos genéticos congénitos.
Como se puede ver, la hiposmia es una condición molesta, aunque generalmente está asociada a resfriados y procesos alérgicos o infecciosos. No obstante, ante la persistencia de la misma lo mejor es ir con el médico especialista para atender el caso oportunamente y no perderse ninguno de los olores que nos rodean.